jueves, 25 de septiembre de 2008

La mujer gorda


La mujer gorda, Tarumba,
camina con la cabeza levantada.
El cojo le dice al idiota: Te alcancé.
El boticario llora por enfermedades.
Yo los miro a todos desde la puerta de mi casa,
desde el agua de un pozo,
desde el cielo,
y sólo tú me gustas,
Tarumba, que quieres café y que llueva.
No sé qué cosa eres,
cuál es tu nombre verdadero,
pero podrías ser mi hermano o yo mismo.
Podrías ser también un fantasma,
o el hijo de un fantasma,
o el nieto de alguien que no existió nunca.
Porque a veces quiero decirte: Tarumba,
¿en dónde estás?

J. Sabines

He repartido

HE REPARTIDO mi vida inútilmente entre el amor y el deseo, la queja de la muerte, el lamento de la soledad. Me aparté de los pensamientos profundos, y he agredido a mi cuerpo con los excesos y he ofendido a mi alma con la negación.

Me he sentido culpable de derrochar la vida y no he querido quedarme en casa a atesorarla. Tuve miedo del fuego y me incineré. Amaba las páginas de un libro y corría a la calle a aturdirme. Todo ha sido superficial y vacío. No tuve odio sino amargura, nunca rencor sino desencanto. Lo esperé todo de los hombre y todo lo obtuve. Sólo de mí no he sacado nada: en esto me parezco a las tumbas.

¿Pude haber vivido de otro modo? Si pudiera recomenzar, ¿lo haría?}

J. Sabines

Fragmento

...Hay que cortar la soga
donde colgó tu alma
tanto tiempo.
la hermana Rosa, J. Sabines

¿Es que hacemos las cosas ...

sólo para recordarlas? ¿Es que vivimos sólo para tener memoria de nuestra vida? Porque sucede que hasta la esperanza es memoria y que el deseo es el recuerdo de lo que ha de venir.
¡Paraíso perdido será siempre el paraíso! A la sombra de nuestras almas se encontraron nuestros cuerpos y se amaron. Se amaron con el amor que no tiene palabras, que tiene sólo besos. EL amor que no deja rastro de sí, porque es como la sombra de una nube, la sombra fresca y ligera en que se abren las rosas.
Sexo puro, amor puro. Limpio de engaños y emboscadas. Afán del cuerpo solo que juega a morirse. Risa de dos, como la risa del agua y del niño; la risa de la bestia bajo la lluvia que ríe.
Sobre tu piel llevas todavía la piel de mi deseo, y mi cuerpo está envuelto de ti, igual que de sal y de olor.
¿En donde estamos, desde hace tantos siglos, llamándonos con tantos hombres Eva y Adán? He aquí que nos acostamos sobre la yerba del lecho, en el aire violento de las ventanas cerradas, bajo todas las estrellas del cuarto a obscuras.
J. Sabines

jueves, 18 de septiembre de 2008

¡Yo no tengo patrona que me mande!

El gallo aun dormía, acurrucado sobre el guacal donde María guardaba los guajolotes que ahora no eran mas grandes que los polluelos de gallina, era muy de mañana, pero el crepúsculo daba suficiente luz como para iluminar el reloj de la torre, que desde hace varias décadas, apuntaba la misma hora. Pero mas que señalar la hora, marcaba la dirección para llegar al cielo.
El hálito de las vacas se podía ver con tanta nitidez, que se pasaba entre los corrales aguantando el aire para no aspirarlo. Se meneaban lentas, madrugadoras, mientras un ave silvestre le canta al torito, parado sobre sus ancas, rascando, picando, jugándose la vida sin burladero, sobre el toro, en los cuernos, asomándose a las enormes fosas de su nariz donde un grillete enorme cuelga, uno podría imaginarse que su canto hechiza, y ha encantado al enorme toro, al semental, al enorme Torito de San Chaltén.

La mañana va rápidamente aclarando la vista, dejando ver la gran fachada ancestral, de “El Ranchito”, sus enormes pilares gastados por los años que sostienen la historia de sus muros.
Dentro, el movimiento se ha hecho mas perceptible y peones que desafían el frío desfilan dejando un vaho a su paso, con solo una playera sucia y remendada limpian y friegan los comederos, salen y entran de corrales y jugueteando, persiguen a los cerdos que escaparon de su corral por la noche. Barren la suciedad y apilan el abono al fondo del enorme patio que esta rodeado por los corrales de una docena de Animales de muy buen ver, unas Vacas de manchas cafés y negras, de aromático olor a... Vaca.
En el centro hay una enorme pileta de agua limpia y cristalina, donde un peón se quita las prendas y frotando los brazos se arma de valor para mojarse el cuerpo, mientras el torito de Chaltén lo mira fijo .
-He! Armando, cuidao que el Toro ya te ha medido.
Y Armando cubre su retaguardia entre carcajadas, acompañadas por las risas de los demás peones que siguen limpiando ávidamente, el estiércol que emana un vapor desagradable.

Joaquín esta recostado en la entrada, sobre un cerro de heno fuma un cigarro, con el que espanta difícilmente a mosquitos y zancudos, se acomoda el sombrero de paja, y se rasca la barba, mientras medita y observa la ultima estrella, que parece brillar mas en el horizonte sin saber que es Venus la que lo mira.

Fuera de el Ranchito todo tiene un ritmo diferente, la calle esta vacía, solo, la marca que los vehículos dejan al pasar, una marca de líneas paralelas que rompen la hierba verde y humedecida de roció, solo la vieja escuela a lo lejos, solo los pinos y los perros del rancho lo acompañan. Y a su lado el General, un callejero de 15 años y mirada triste. La fabrica Textil vecina, que al otro lado de la escuela impregna el aroma de un olor desconocido para Joaquín que hoy cumple sus 50 años de plenitud, ahí, recostado sobre el heno, como el día de su nacimiento, su primera hora. Piensa que debieron llamarlo Jesús y se rasca la barba.

-¡Párece viejo flojo!, por eso las vacas dan tan mala leche.
Cállese vieja bruja! Ya tan temprano anda jodiendo. Ya le dije que aunque corra y se sienta muy joven, un día la voy a confundir con una de mis vacas. ¡Vieja Gorda!
-Es usted un majadero, de seguro ni a su madre respeta.
-La mate en la pileta del agua... vieja chismosa.
-Fodongo, no le da vergüenza, todos trabajando y usted ahí echadote.
-Que trabajen los casados, y los pendejos que son los mismos.
-Baboso, cochino, no se quien huele peor usted o la caca de sus botas. Aprenda a Armando
(Quien desde adentro saluda con una mano a Doña Inés, mientras se pone la misma ropa sucia después del rápido baño).
-Báñese viejo cerdo.
-¡A chingar a su madre!, lárguese vieja loca. ¡Yo no tengo patrona que me mande!.
-Viejo grosero, pero ni a su entierro voy a ir, ya vera.
-Ni esta invitada.

-¡Feliz cumpleaños!- Grita al alejarse.

Se va a trote lento hacia el campo detrás de la escuela, con el General a su lado, que ya se sacudía en medio de la discusión. Mientras Joaquín se acomoda un montón de heno en la espalda, da una bocanada a su cigarro y se vuelve a recostar.

viernes, 12 de septiembre de 2008

¡ESCRIBIR! Tinta por mis venas.

Quien escribe es un Dios en su propio mundo. Hay quienes dicen que existen muchos requisitos para serlo, pero eso no es cierto. No tienes que ser un Dios benévolo y magnificente, ni siquiera tienes que ser bueno como Dios; lo único que necesitas es una pluma y una superficie lisa.
Un escritor es un cronista de vidas que sólo existe en su interior, es el narrador de hechos extraordinarios que suceden a la vuelta de la esquina, como una paloma que coge migajas o un niño solitario que sueña un columpio.
Para mi, el escribir lo es todo. Yo no nací el día que abrí los ojos en este mundo, ni cuando un sacerdote cerró mi Ops an rampa con agua bendita. Yo nací el día que mi abuela, con ayuda de unas pequeñas cartulinas y plumones de colores me dijo "a ver, mi hijito, mira, esta es una A..."
La palabra ha sido siempre considerada como nuestra más útil diferencia con los animales. El perro ladra, el gato maúlla y el hombre tiene esos guturales sonidos localistas que salen de su boca.
Pero también tiene algo más, algo que nunca otro ha logrado: encadenó la palabra a la tinta, encerró a la idea en una carcél de papel y dominó al verbo dándole algo que complementa perfectamenten su sustancia: forma.
La escritura ha sido el cincel que ha trazado los caminos de mi vida; he leído intenciones en los ojos de los que me rodean y entiendo sus corazones como si fueran sus labios los que me explicaran. Me encanta escribir... me gusta tanto que mientras los otros sienten esa imperiosa necesidad de hacer el amor, yo tengo deseos de escribirlo. Para mí, una estrella no brilla tanto en el cielo, como podría hacerlo en una hoja.
Es solamente al escribir que te vuelves realmente un ser humano.
Tanto estoy convencido de eso, que creo que durante toda la vida, las personas deverían escribir al menos tres veces al día.
Fue la escritura y no el alma, lo que despertó la envidia de los ángeles, lo que originó la gran guerra.
Era en realidad, el fruto prohibido del árbol de la sabiduría, y es ahora, el único camino para llegar al cielo.
Yo vivo en un mundo perfecto, donde la igualdad y la justicia están clavadas como flechas en el corazó de todos los hombres y han sido conquistadas y puestas a disposición de quien las desean o las necesitan. Pero también vivo en un mundo donde hay hambre y soledad. Por mis venas corre tinta y mi mente tiene archivados cientos de miles de libros que esperan pacientemente empiece a escribirlos.
Nací, crecí y he de morir pensando que el mundo es un gran cuento mal contado, escrito por un Dios novato que lo alarga y alarga con la esperanza de encontrar la manera de que tenga un final feliz.
Soy el alfa y el omega de miles de universos, el motor de millones de vidas, la razón, el ser y el estar de todo y todos, hasta que dejo la pluma a un lado y mientras mi alma sigue escribiendo para sus adentros, yo salgo a este mundo, donde no soy más ese narrador omnipotente, sino un títere de carne y hueso que sólo espera el final de su participación en este relato, triste relato, que llamamos vida.

Sergio Tapia