El gallo aun dormía, acurrucado sobre el guacal donde
María guardaba los guajolotes que ahora no eran mas grandes que los polluelos de gallina, era muy de mañana, pero el crepúsculo daba suficiente luz como para iluminar el reloj de la torre, que desde hace varias décadas, apuntaba la misma hora. Pero mas que señalar la hora, marcaba la dirección para llegar al cielo.
El
hálito de las vacas se podía ver con tanta nitidez, que se pasaba entre los corrales aguantando el aire para no aspirarlo. Se meneaban lentas, madrugadoras, mientras un ave silvestre le canta al torito, parado sobre sus ancas, rascando, picando,
jugándose la vida sin burladero, sobre el toro, en los cuernos, asomándose a las enormes fosas de su nariz donde un grillete enorme cuelga, uno podría imaginarse que su canto hechiza, y ha encantado al enorme toro, al semental, al enorme Torito de San
Chaltén.
La mañana va rápidamente aclarando la vista, dejando ver la gran fachada ancestral, de “El
Ranchito”, sus enormes pilares gastados por los años que sostienen la historia de sus muros.
Dentro, el movimiento se ha hecho mas perceptible y peones que desafían el frío desfilan dejando un vaho a su paso, con solo una playera sucia y remendada limpian y friegan los comederos, salen y entran de corrales y jugueteando, persiguen a los cerdos que escaparon de su corral por la noche. Barren la suciedad y apilan el abono al fondo del enorme patio que esta rodeado por los corrales de una docena de Animales de muy buen ver, unas Vacas de manchas cafés y negras, de aromático olor a... Vaca.
En el centro hay una enorme pileta de agua limpia y cristalina, donde un peón se quita las prendas y frotando los brazos se arma de valor para mojarse el cuerpo, mientras el torito de
Chaltén lo mira fijo .
-He! Armando,
cuidao que el Toro ya te ha medido.
Y Armando cubre su retaguardia entre carcajadas, acompañadas por las risas de los demás peones que siguen limpiando ávidamente, el estiércol que emana un vapor desagradable.
Joaquín esta recostado en la entrada, sobre un cerro de heno fuma un cigarro, con el que espanta difícilmente a mosquitos y zancudos, se acomoda el sombrero de paja, y se rasca la barba, mientras medita y observa la ultima estrella, que parece brillar mas en el horizonte sin saber que es Venus la que lo mira.
Fuera de el
Ranchito todo tiene un ritmo diferente, la calle esta vacía, solo, la marca que los vehículos dejan al pasar, una marca de líneas paralelas que rompen la hierba verde y humedecida de roció, solo la vieja escuela a lo lejos, solo los pinos y los perros del rancho lo acompañan. Y a su lado el General, un callejero de 15 años y mirada triste. La fabrica Textil vecina, que al otro lado de la escuela impregna el aroma de un olor desconocido para Joaquín que hoy cumple sus 50 años de plenitud, ahí, recostado sobre el heno, como el día de su nacimiento, su primera hora. Piensa que debieron llamarlo Jesús y se rasca la barba.
-¡Párece viejo flojo!, por eso las vacas dan tan mala leche.
-¡
Cállese vieja bruja! Ya tan temprano anda
jodiendo. Ya le dije que aunque corra y se sienta muy joven, un día la voy a confundir con una de mis vacas. ¡Vieja Gorda!
-Es usted un majadero, de seguro ni a su madre respeta.
-La mate en la pileta del agua... vieja chismosa.
-
Fodongo, no le da vergüenza, todos trabajando y usted ahí
echadote.
-Que trabajen los casados, y los pendejos que son los mismos.
-Baboso, cochino, no se quien
huele peor usted o la caca de sus botas. Aprenda a Armando
(Quien desde adentro saluda con una mano a Doña
Inés, mientras se pone la misma ropa sucia después del rápido baño).
-Báñese viejo cerdo.
-¡A chingar a su madre!,
lárguese vieja loca. ¡Yo no tengo patrona que me mande!.
-Viejo grosero, pero ni a su entierro voy a ir, ya vera.
-Ni esta invitada.
-¡Feliz
cumpleaños!- Grita al alejarse.
Se va a trote lento hacia el campo detrás de la escuela, con el General a su lado, que ya se sacudía en medio de la discusión. Mientras Joaquín se acomoda un montón de heno en la espalda, da una bocanada a su cigarro y se vuelve a recostar.