miércoles, 13 de agosto de 2008

La locura


La locura es como la gravedad...
solo necesitas un pequeño empujón.

sábado, 9 de agosto de 2008

Aniversario

-Treinta y dos grados Don Román, y son a la sombra; debería al menos desabrocharse ese botón de la camisa, se me valla a desmayar.
-Un caballero nunca pierde el porte Lorenzo, nunca lo olvides.
-Pase usted caballero, acabamos de espantar las moscas nada mas para usted.

Le dijo con mueca burlona, mientras habría sus brazos para recibirlo en un fuerte apretón de amigos.

-Siempre de igualado muchacho, parece que no aprendes nada con los años.
-No se enoje Don Román nada mas estaba yo jugando, pásele , y dígame que va a ser hoy; la barba y el bigote, le planchamos las cejas, manicure, pedicure, o ahora si se anima y le teñimos esa cabecita blanca.
-Ya vas a empezar con tus cosas, no te digo si parece que el calor te embriaga de nuevo.
-Si apenas es medio día, no me quiera hacer la maldad, ¡haber Filomena!
¡caliéntame la tinaja de agua, ya sabes, y toma el bastón de Don Román!
¡y ora si no dejes que los chamacos lo agarren! ¡Oíste!

Paso frente a los espejos que le dejaron ver, en un frío instante, la fugaz alegría de una vida, una vida repleta de esas subidas y bajadas que dejan solo la esperanza amarrada a las entrañas, como un cosquilleo de adolescente enamorado.
Sonrió con esa risa que guardaba solo para ocasiones especiales, se acomodo el saco en la percha, y confió el bastón a la prudencia de Filomena.

-Se ve usted muy bien hoy Don Román, a que se debe la ocasión-
-Nada mas muchacho, sucede que hoy salió el sol mas temprano, y pues ya no tuve que esperarme en la cama a escuchar el ruido en la calle.
-Lo mismito le decía en la mañana a Filomena, “ya ha de andar Don Román cascando el Bastón por las aceras” ¡¿No te lo decía en la mañana mujer?!
-Si pues así es Lorenzo, a mi edad uno no puede perder el tiempo bajo las sabanas.
-¡Eso si!, pero dígame...

La platica transcurrió como si en mucho tiempo no se hubieran tenido la delicadeza de saber el uno del otro, y sucede que son como esas ocasiones que de verdad uno se detiene a preguntar sinceramente ¿Cómo estas?, y no por el simple hecho de preguntarlo, sino porque tal vez por un instante, la vida juega con esas cartas que dos personas pueden entender. De ese único modo en el que podían decir que los sucesos cotidianos eran los milagros que uno esperaban muchas veces sin saberlo.

En silencio Lorenzo estiro la mano para cambiar la estación de la radio, sintonizando una estación vieja que sabia le encantaba a Don Román. Y Don Román sabia que Lorenzo era una de esas personas a las que el no podía llamar corrientes, era su amigo y artista personal. Pues siempre decía que ni Leonardo o Miguel Ángel pudieron hacer lo que su barbero, y por eso le confiaba su cabeza.

-¿Así esta bien de arriba, o le quito menos?
- ¡No muchacho! Esos déjamelos así como están si no al rato el sol me requema los sesos.
-¡no no no! Mejor ni los toco no se vallan a chiquear.

Con habilidad casi natural Lorenzo daba forma a la melena blanca de Don Román, la experiencia que los años le habían dado y el tiempo que llevaba de conocerlo, le hacían fácil la tarea de doblegar esos cabellos necios, y esos remolinos tercos, no le era necesario preguntar como, donde, afirmar era dudar de su mano sabia. Solo de vez en cuando echaba un tijerazo al aire o decía una mala palabra para comprobar que Don Román siguiera despierto. Y él nunca lo estaba.

Suavemente inclino el sillón para no despertar a lo brusco a su mejor cliente. Y Don Román hizo como si no hubiera perdido noción del tiempo, retomando la platica que hace muchos minutos Lorenzo había dado por finalizada. Tomo la navaja y se dispuso a dar forma a esas barbas duras; no antes remojándolas con la toalla caliente que Filomena había preparado.
Se agachaba, se inclinaba, lo subía, lo bajaba, fruncía el seño, y re estiraba.
Al cabo de un rato exclamo:

- ¡Listo!, como nuevo.

Y paso el espejo por sus espaldas por detrás de las orejas, tomo el cepillo mas suave, y lo paso por su ancha frente, después de aplicar colonia y Talco en la barbilla aun rosada, por el calor de la Toalla.
Don Román tomo un momento y dijo:

-Eres un artista Lorenzo, un verdadero artista, ¡no confiaría mi cabeza a nadie mas!

Se levanto lentamente del sillón tratando de no despertar a sus piernas engarrotadas, se puso erguido y contemplo un momento mientras acomodaba el cuello de su camisa, ajustando el botón dentro del ojal.

-un caballero nunca pierde el porte Lorenzo, nunca lo olvides.

Dijo mientras tomaba el saco del perchero para después alejarse cascando el bastón en la acera.


Compro con la señora de la esquina un ramo de Claveles blancos, por los que pago veinte pesos. Se adentro a un paso lento pero muy firme por el camino que varios años había visitado, siempre en la misma fecha, celosamente a la misma hora.
Un lugar donde uno pensaría que el amor es lo único que no se puede encontrar. Pero ahí estaba. La misma banca reservada para el, a la sombra de ese Roble enorme donde se quedaba contemplando a las aves, el aire, la tierra, la vida en plenitud.

Dejo caer una lagrima en algún clavel, dejo a un lado su fiel bastón y se apoyo con una mano en la lapida fría para poder hincarse. Retiro unas hojas secas y acomodo cuidadosamente el ramo de claveles. Mientras decía:

-Un año mas Viejita... un año mas.